“En cierto modo, la vida es como el jazz… es mejor cuando improvisas”.
George Gershwin (1898-1937)
Hace años, como mero espectador, disfrutaba de los conciertos de jazz pero quería algo más, necesitaba algo más. Vivir el jazz desde dentro. Conocer los entresijos del mundillo, a mis ídolos y la música que me apasionaba.
Estudiar algún instrumento me parecía una tarea demasiado complicada como para llegar a tocar la música que me gustaba… aunque lo intenté con la guitarra.
Jazz y fotografía son dos hermanos mellizos. Han evolucionado el uno con el otro casi desde el inicio de ambos. Así que después de leer la biografía de William Claxton intenté emularlo. Pensé que sería más sencillo tomar fotografías que tocar un instrumento. ¡Qué equivocado que estaba! Fueron pasando los bolos y tomándomelo cada vez más en serio. Aprendiendo trucos y técnicas. Intentando tomar siempre las mejores fotos tanto técnica como visualmente. Fotografías que tenían que ser lo más definidas posibles y con el mínimo ruido posible. Que pudieran ser ampliadas a formatos grandes y a la vez buscando transmitir los sentimientos que me producía el jazz.
Después de casi diez años haciendo fotos en conciertos, mi projecto Jazz portraits es un paso más. Detrás de los conciertos que vemos como espectadores existen grandes personas. Personas que tienen hijos, parejas, hipotécas… Que tienen que llegar a final de mes como todo hijo de vecino. Esa es la intención de mis retratos. Capturan ese alma del músico, promotor, técnico de sonido o de luces fuera de su contexto. En un gesto divertido o serio, con instrumento o sin él pero siendo ellos mismos. Todos aquellos que participan reciben tarde o temprano una foto en papel porque las fotografías se deben ver sobre todo en papel. Tal como las vió el fotógrafo. Sin diferencias ocasionadas por las distintas tecnologías de visualización.
Curiosamente escribo esto en el aniversario del nacimiento de St. John Coltrane. Músico que me enganchó desde el principio. Desde los primeros discos a los últimos y que descubrí gracias a mi amigo Chano Gómez.